jueves, 30 de junio de 2011
lunes, 27 de junio de 2011
La mudanza del fenòmeno, Retraso o Picor? PICOR POR ROFANES
PICOR
Las abejas zumbaban pesadamente, dando vueltas y más vueltas por la diminuta habitación. Yo apenas podía apartarlas, mis dos brazos al aire agitándose. Varias de ellas me habían requetepicado ya y, de hacerlo una vez más, culminaría el límite de mi resistencia y me tornaría a desmayar.
Mi piel se hallaba semi enrojecida por la sangre arterial que circulaba bien aprisa, en procura de alivio y bienestar hacia las células marchitas; el protoplasma caliente irradiaba un sopor angular, que me inundaba en vahos inconscientes de dolor y martirio.
Comencé a caminar más rápido aún. Aquel cuarto de dos por cuatro no poseía ventana o cuadro alguno, por lo que la visión de aquellas paredes transparento-blanquecinas, aturdía en gran forma mi cerebro y le proyectaba imágenes caleidoscópicas de cinco por seis, bañadas en un tibio color turquesa añilado.
A pesar de que apenas podía sostenerme en pie, era imposible dejar de caminar sobre aquel círculo infernal, que en sentido contrario a las agujas del reloj, mis pies insistían en circunvalar. Súbitamente, la abeja madre se detuvo y me miró, con parte anterior comprensiva y bienhechora Era como si me estuviese pidiendo perdón por todo el revuelo que sus vasallas habían armado. Como toda contestación , le lancé un tiñguiñazo que le lastimó la espalda Entonces, su rostro enrojeció y comenzó a hincharse de una manera que temí fuera a explotar. No tanto por ella, sino por mí, porque bien dicen que las entrañas de estos animalejos alados son muy perjudiciales de inhalar....
Me gritó de todo: que siempre escoltada por veinte mil obreras,
había concurrido al traumatólogo la semana anterior y que le habían colocado un corsé para sus pseudo vértebras de insecto volador. Y que exactamente al día siguiente se lo irían a sacar.
“Ahora tendré que dejármelo una semana más, por lo que habré de finalizar mis días, sumergida en esta porquería humana, que mi amo apicultor diseñado me ha”
Bajé la cabeza y le dije que realmente lo lamentaba, a lo que, con mirada astuta inquirió:
“¿Realmente?”
Tuve que confesarle que no: que me importaba un rábano si moría con corsé o sin él, que para mí no era ella más que un animalejo inferior, de esos que ni valía la pena mirar, o con los que apenas aprovechaba mantener conversación... Entonces la contemplé estallando en cólera, mucho más profunda que la anterior...
Las abejas zumbaban pesadamente, dando vueltas y más vueltas por la diminuta habitación. Yo apenas podía apartarlas, mis dos brazos al aire agitándose. Varias de ellas me habían requetepicado ya y, de hacerlo una vez más, culminaría el límite de mi resistencia y me tornaría a desmayar.
Mi piel se hallaba semi enrojecida por la sangre arterial que circulaba bien aprisa, en procura de alivio y bienestar hacia las células marchitas; el protoplasma caliente irradiaba un sopor angular, que me inundaba en vahos inconscientes de dolor y martirio.
Comencé a caminar más rápido aún. Aquel cuarto de dos por cuatro no poseía ventana o cuadro alguno, por lo que la visión de aquellas paredes transparento-blanquecinas, aturdía en gran forma mi cerebro y le proyectaba imágenes caleidoscópicas de cinco por seis, bañadas en un tibio color turquesa añilado.
A pesar de que apenas podía sostenerme en pie, era imposible dejar de caminar sobre aquel círculo infernal, que en sentido contrario a las agujas del reloj, mis pies insistían en circunvalar. Súbitamente, la abeja madre se detuvo y me miró, con parte anterior comprensiva y bienhechora Era como si me estuviese pidiendo perdón por todo el revuelo que sus vasallas habían armado. Como toda contestación , le lancé un tiñguiñazo que le lastimó la espalda Entonces, su rostro enrojeció y comenzó a hincharse de una manera que temí fuera a explotar. No tanto por ella, sino por mí, porque bien dicen que las entrañas de estos animalejos alados son muy perjudiciales de inhalar....
Me gritó de todo: que siempre escoltada por veinte mil obreras,
había concurrido al traumatólogo la semana anterior y que le habían colocado un corsé para sus pseudo vértebras de insecto volador. Y que exactamente al día siguiente se lo irían a sacar.
“Ahora tendré que dejármelo una semana más, por lo que habré de finalizar mis días, sumergida en esta porquería humana, que mi amo apicultor diseñado me ha”
Bajé la cabeza y le dije que realmente lo lamentaba, a lo que, con mirada astuta inquirió:
“¿Realmente?”
Tuve que confesarle que no: que me importaba un rábano si moría con corsé o sin él, que para mí no era ella más que un animalejo inferior, de esos que ni valía la pena mirar, o con los que apenas aprovechaba mantener conversación... Entonces la contemplé estallando en cólera, mucho más profunda que la anterior...
Y me picó. Sentí enseguida un dolor agudo, intenso como jamás lo había experimentado con bicharraco alguno. Súbitamente, todo comenzaba a nublarse y nada distinguía ya. En determinado momento tuve la sensación de que mis pies se tambaleaban y me precipité ridículamente hacia el piso del lugar.
Mis ojos enrojecidos, aún conservaban algo de la magnifica visión que por extraño capricho genético, el primo carnal de mi bisabuelo me había obsequiado, y entonces divisé aquel maldito aguijón envenenado, que yacía insolente sobre mi congestionado sacro-lumbar.
¡Era reversible! Y mediante una extraña técnica que jamás pensara pudiese existir, aquel maligno ser me había inyectado del otro lado, con lo que el difunto no venía a ser ella, sino quien esto escribe, como final.
Mientras moría, levanté mi cuello hacia el techo y la contemplé muy animada, dirigiendo el manchado que varias obreras
disfrutaban durante el descanso, con una esferita de jalea real. Su mirada se tornó, fija, acusativa, sobre mí:
- “Y todo por mentir”, sentenció
- “Y todo por ser sincero”, fue mi alusión.
Mis ojos enrojecidos, aún conservaban algo de la magnifica visión que por extraño capricho genético, el primo carnal de mi bisabuelo me había obsequiado, y entonces divisé aquel maldito aguijón envenenado, que yacía insolente sobre mi congestionado sacro-lumbar.
¡Era reversible! Y mediante una extraña técnica que jamás pensara pudiese existir, aquel maligno ser me había inyectado del otro lado, con lo que el difunto no venía a ser ella, sino quien esto escribe, como final.
Mientras moría, levanté mi cuello hacia el techo y la contemplé muy animada, dirigiendo el manchado que varias obreras
disfrutaban durante el descanso, con una esferita de jalea real. Su mirada se tornó, fija, acusativa, sobre mí:
- “Y todo por mentir”, sentenció
- “Y todo por ser sincero”, fue mi alusión.
- FIN DE “PICOR”
Ay Rofanes te parece que Bernardo sea tan independiente y audaz ? RETRASO POR ROFANES
RETRASO
- Buenos días, señor jefe.
- Llega tarde, Bernardo. ¿Son estas horas de venir?
- Disculpe, señor...¡El ómnibus!
- Escúcheme una cosa: a mí no me incumbe si viene en ómnibus o caminando. Lo que sí me importa es que arribe efectivamente en hora. ¿Está claro?
- Sssi, señor.
- ¿Preparó el expediente?
- Nnno, señor.
- ¿Cómo dijo?
- Sucede que mi familia está muy enferma. Mi señora tiene fiebre y el más chiquito, varicela.
- Vamos a ver si dejamos algo bien en claro, Fagundez: aquí no interesa en absoluto su vida personal. Si usted quiere hacerse un viaje a Europa ida y vuelta en dos días, yo no lo voy a multar, o si se le antoja pasarse todo el fin de semana tirado, allá usted. En esta oficina lo único que importan son los resultados. ¿Entendió?
- Sí, señor.
- Bien. Siéntese por favor, y póngase a trabajar de una buena vez que en su despacho hay mucho trabajo atrasado...¿Qué espera?
- Es que... Señor, venía a comunicarle que en el día de hoy arriba mi primo de Bruselas y no tiene nadie que lo vaya a buscar.
- Que se venga solo. Debe ser bastante grandecito, ¿no?
- Sí que lo es. Pero el pobre...¡No conoce Montevideo!
- ¿Y usted qué quiere hacer¿ ¿De guía turístico? Además, me imagino que le habrá dicho que no puede, porque tiene que trabajar.
- No, señor. Al revés.
- Cómo dice?
- Este... venía a comunicarle que no voy a poder quedarme porque tengo que ir... Al aeropuerto. Usted comprenderá, señor.
- ¿Comprender? ¿Qué es lo que tengo que comprender? ¿Qué es usted un atorrante y que cualquier excusa le viene bien para no trabajar?
- ¡Pero señor! ¿Cómo puede pensar eso de mí?
- ¡Es que es tan fácil! Mire, ya son las nueve y media y acá empezamos a las nueve en punto. O sea, que ya tiene media hora de retraso...¡En fin! ¿A qué hora llega su primito?
- A las diez, señor.
- Entonces hagamos lo siguiente. Salga de aquí diez menos diez y se toma un taxi. Estamos relativamente cerca del aeropuerto y llegará no más bien.
- ¡Señor, son cinco quilómetros!.
- Entonces sale menos cuarto y le pide al chofer que se apure.
- Pero...
- ¡Ni una palabra más! ¿Estamos?
- Bueno, gracias señor. ¡Muchas gracias!
- No tiene nada que agradecerme, Bernardo: el tiempo de su ausencia será descontado de su sueldo. ¿Alguna otra pregunta?
- Por ahora nnn...
- ¡Entonces, vamos! ¡Póngase a trabajar! y aproveche al máximo estos quince minutos que le quedan, que ya son casi diez..¡Ah, por cierto! A las diez y cuarto en punto lo quiero de regreso. ¿Escuchó?
- ¡Pero, señor!
- ¡Basta, Fagúndez, que tiene mucho trabajo que hacer!
- ¿Señor?
- ¿Qué?
- ¡Renuncio!
- ¡Cómo que renuncia!
- Eso mismo: renuncio. ¡No aguanto más esta esclavitud!
- Pe.. pero...¿Qué está diciendo? ¿Se ha vuelto loco? ¿Se da cuenta el montón de trabajo atrasado que tiene?
- ¿No acaba de escuchar lo que dije?
- Perfectamente, no soy sordo. Pero para renunciar va a tener que aguardar el intervalo de las doce y media...Espere un poco: aquí llega la gerente de la misión que le encomendé. Yo me desligo. ¡Ella se encargará de usted!
- ¡Señor!
- Buenos días, Fagundez.
- Buenos días, señora gerente
- ¿Se le ofrece algo? ¿Por qué a estas horas no está trabajando?
- Verá, le estaba comentando al jefe que...
- ¿Cómo? ¿Escuché bien? ¿Desde cuando un empleado de la tercera sección
- a la izquierda está habilitado para hablar con el jefe?
- Bueno, lo que pasa es que...
- ¡Me extraña! ¡Ubíquese, Fagundez! ¿Para qué estoy yo?
- Mis disculpas, señora gerente.
- Ahora dígame: ¿Qué deseaba?
- Que en diez minutos llega un arriba un primo mío de Ámsterdam y me tengo que ausentar.
- Ausentar...¿Ausentar? ¿Qué palabra es esa? ¡Si apenas la conozco! Ahora
- dígame de una buena vez que es exactamente lo que quiere, porque
- tengo otros empleaduchos...digo, empleados que atender.
- ¡Quiero irme! Renunciar... ¡Estoy harto de trabajar aquí!
- ¡Ah! Era eso... Está bien. Espere lo que haga falta, que en cuanto pueda le traigo el formulario.
- ¡Pero rápido, por Dios, que llega mi sobrino de las Canarias!
- Aquí tiene.
- Bien...
- Llénelo con letra manuscrita, legible, tinta china, a dos espacios.
- ¿Tinta china? ¿Dónde diablos voy a...?
- Tómeselo con calma. No hay apuro. Igual me lo trae el año que viene.
- ¿Está loca? ¿No escuchó que me quiero ir?
- ¿Pero qué? ¿Se siente mal?
- Le digo que...¡Es inútil! Conversar con usted es como hablar con las paredes. Yo me voy. Se me hace...
- ¿Espere un momento? ¿Cómo dijo?
- Que se me hace tarde. Tengo que estar en el aeropuer....
- Lo anterior.
- Que hablar con usted es como hacerlo con las paredes.¡Ya me parecía a mí que las conocía! Como si alguna vez me hubiese equivocado! Así que es usted amigo de las mellizas y morosas Lucía y Carmen Paredes. ¿O qué otra relación tiene usted? Pero...¡A mí qué - importa! Le voy a dar el importe de cobro para que se las presente...¡Y guay de usted si no se aparece con la plata!
- ¿Morosas ellas? ¡Pero si recién llegan hoy de Finlandia!
- Buenos días, señor jefe.
- Llega tarde, Bernardo. ¿Son estas horas de venir?
- Disculpe, señor...¡El ómnibus!
- Escúcheme una cosa: a mí no me incumbe si viene en ómnibus o caminando. Lo que sí me importa es que arribe efectivamente en hora. ¿Está claro?
- Sssi, señor.
- ¿Preparó el expediente?
- Nnno, señor.
- ¿Cómo dijo?
- Sucede que mi familia está muy enferma. Mi señora tiene fiebre y el más chiquito, varicela.
- Vamos a ver si dejamos algo bien en claro, Fagundez: aquí no interesa en absoluto su vida personal. Si usted quiere hacerse un viaje a Europa ida y vuelta en dos días, yo no lo voy a multar, o si se le antoja pasarse todo el fin de semana tirado, allá usted. En esta oficina lo único que importan son los resultados. ¿Entendió?
- Sí, señor.
- Bien. Siéntese por favor, y póngase a trabajar de una buena vez que en su despacho hay mucho trabajo atrasado...¿Qué espera?
- Es que... Señor, venía a comunicarle que en el día de hoy arriba mi primo de Bruselas y no tiene nadie que lo vaya a buscar.
- Que se venga solo. Debe ser bastante grandecito, ¿no?
- Sí que lo es. Pero el pobre...¡No conoce Montevideo!
- ¿Y usted qué quiere hacer¿ ¿De guía turístico? Además, me imagino que le habrá dicho que no puede, porque tiene que trabajar.
- No, señor. Al revés.
- Cómo dice?
- Este... venía a comunicarle que no voy a poder quedarme porque tengo que ir... Al aeropuerto. Usted comprenderá, señor.
- ¿Comprender? ¿Qué es lo que tengo que comprender? ¿Qué es usted un atorrante y que cualquier excusa le viene bien para no trabajar?
- ¡Pero señor! ¿Cómo puede pensar eso de mí?
- ¡Es que es tan fácil! Mire, ya son las nueve y media y acá empezamos a las nueve en punto. O sea, que ya tiene media hora de retraso...¡En fin! ¿A qué hora llega su primito?
- A las diez, señor.
- Entonces hagamos lo siguiente. Salga de aquí diez menos diez y se toma un taxi. Estamos relativamente cerca del aeropuerto y llegará no más bien.
- ¡Señor, son cinco quilómetros!.
- Entonces sale menos cuarto y le pide al chofer que se apure.
- Pero...
- ¡Ni una palabra más! ¿Estamos?
- Bueno, gracias señor. ¡Muchas gracias!
- No tiene nada que agradecerme, Bernardo: el tiempo de su ausencia será descontado de su sueldo. ¿Alguna otra pregunta?
- Por ahora nnn...
- ¡Entonces, vamos! ¡Póngase a trabajar! y aproveche al máximo estos quince minutos que le quedan, que ya son casi diez..¡Ah, por cierto! A las diez y cuarto en punto lo quiero de regreso. ¿Escuchó?
- ¡Pero, señor!
- ¡Basta, Fagúndez, que tiene mucho trabajo que hacer!
- ¿Señor?
- ¿Qué?
- ¡Renuncio!
- ¡Cómo que renuncia!
- Eso mismo: renuncio. ¡No aguanto más esta esclavitud!
- Pe.. pero...¿Qué está diciendo? ¿Se ha vuelto loco? ¿Se da cuenta el montón de trabajo atrasado que tiene?
- ¿No acaba de escuchar lo que dije?
- Perfectamente, no soy sordo. Pero para renunciar va a tener que aguardar el intervalo de las doce y media...Espere un poco: aquí llega la gerente de la misión que le encomendé. Yo me desligo. ¡Ella se encargará de usted!
- ¡Señor!
- Buenos días, Fagundez.
- Buenos días, señora gerente
- ¿Se le ofrece algo? ¿Por qué a estas horas no está trabajando?
- Verá, le estaba comentando al jefe que...
- ¿Cómo? ¿Escuché bien? ¿Desde cuando un empleado de la tercera sección
- a la izquierda está habilitado para hablar con el jefe?
- Bueno, lo que pasa es que...
- ¡Me extraña! ¡Ubíquese, Fagundez! ¿Para qué estoy yo?
- Mis disculpas, señora gerente.
- Ahora dígame: ¿Qué deseaba?
- Que en diez minutos llega un arriba un primo mío de Ámsterdam y me tengo que ausentar.
- Ausentar...¿Ausentar? ¿Qué palabra es esa? ¡Si apenas la conozco! Ahora
- dígame de una buena vez que es exactamente lo que quiere, porque
- tengo otros empleaduchos...digo, empleados que atender.
- ¡Quiero irme! Renunciar... ¡Estoy harto de trabajar aquí!
- ¡Ah! Era eso... Está bien. Espere lo que haga falta, que en cuanto pueda le traigo el formulario.
- ¡Pero rápido, por Dios, que llega mi sobrino de las Canarias!
- Aquí tiene.
- Bien...
- Llénelo con letra manuscrita, legible, tinta china, a dos espacios.
- ¿Tinta china? ¿Dónde diablos voy a...?
- Tómeselo con calma. No hay apuro. Igual me lo trae el año que viene.
- ¿Está loca? ¿No escuchó que me quiero ir?
- ¿Pero qué? ¿Se siente mal?
- Le digo que...¡Es inútil! Conversar con usted es como hablar con las paredes. Yo me voy. Se me hace...
- ¿Espere un momento? ¿Cómo dijo?
- Que se me hace tarde. Tengo que estar en el aeropuer....
- Lo anterior.
- Que hablar con usted es como hacerlo con las paredes.¡Ya me parecía a mí que las conocía! Como si alguna vez me hubiese equivocado! Así que es usted amigo de las mellizas y morosas Lucía y Carmen Paredes. ¿O qué otra relación tiene usted? Pero...¡A mí qué - importa! Le voy a dar el importe de cobro para que se las presente...¡Y guay de usted si no se aparece con la plata!
- ¿Morosas ellas? ¡Pero si recién llegan hoy de Finlandia!
Sansone serà el yo reprimido de Bernardo? SANSONE POR ROFANES
SANSONE
Él era fuerte, poderoso. ¡Invencible! Decíase que había arremetido contra cinco elefantes juntos y a todos había vencido. También se contaba que siempre se erguía victorioso en el torneo de fortaleza a celebrarse en el condado de Northam, cuando derribaba de un solo puñetazo a sus ingenuos contrincantes, quienes, año tras año, hacían las paces para enfrentarle.
Entonces, insuflado de orgullo y vitalidad, levantaba sus brazos bien alto, mientras la bella chica de turno corría a coronarlo con guirnaldas de oro y estandarte de jade. Y él la besaba. en los labios...
Sentía atracción especial por las mujeres jóvenes, vírgenes y ninfas, que caían deslumbradas ante sus magníficos músculos de acero, que pomposamente exhibía por dondequiera que paraba; una larga cola de transeúntes aparecía entonces, pidiéndole autógrafos, con dedicatoria firmada. Y él los llenaba todos con esa sonrisa insufrible que invariablemente exhibía. Era perfecto y todos los hombres lo envidiaban.
Incluso se manejaba que muchas mujeres prometida y otro tanto casadas, se derretían por entre sus brazos echarse, cosa que efectivamente hacían, cuando la (menor) oportunidad se presentaba.
Y él, que era un pan de dios encarnado, no podía rechazarlas.
Y las amaba.Por las tardes solía ir a tomar el sol a la playa, o en una de las piscinas de los tantos clubs que frecuentaba. Entonces, para contemplarlo, sus tareas todos abandonaban: los que se hallaban dentro de la piscina ya no nadaban, aquellos que estaban conversando cortaban sus palabras y quienes hasta entonces tomaban el sol, se ponían frente a él, porque más brillo irradiaba.
Entonces él, borracho de la admiración que hacia él pregaban, hacía un clavado perfecto en el trampolín y...¡Todos boquiabierta quedaban!
Y nadaba. diez, quince, veinticinco, cincuenta piletas. Sin detenerse un solo segundo para que sus músculos descansaran. Tal era su entrenamiento, tal su perfección en el agua. Cuando arribaba a las cien, interrumpía un par de segundos, para rascar su nariz o sacarse alguna burbuja de las pestañas...Y continuaba la travesía, en medio del mirar de los concurrentes, pavoroso y agitado, quienes desde que apareciera, no habían vuelto a decir palabra.
Tres, cuatro o seis horas después, abandonaba. Y, tras saludar a sus embobados admiradores, partía para su casa. Así era él, imprevisto y relámpago, tanto en sus salidas, como sus llegadas. Entonces continuaban todos con sus quehaceres y la agitación retornaba a ser mancomunada.
Cuando se depositaba en su hogar, una multitud lo aguardaba: ancianos, jóvenes y diputadas, que deseaban tocarlo, mimarlo, abrazarlo...¡que aunque fuere los mirara!
Y, muy educado, con todos conversaba. Cuando finalmente se marchaban, largamente suspiraba, mientras secaba el sudor de su augusta barba. Y enseguida se metía en la ducha, bajo calentita agua. Ya limpito se miraba al espejo para ponerse la crema, para el mentón, mejillas y párpados. Ya en su habitación, extraía del armario la gatita blanca, unos lindos besitos y de nuevo la guardaba. Luego prendía la tele y poníase a ver Disneylandia; tras el Pato Darwin, un rico vaso de Vascolet tomaba.
Y en abrazando su osito de peluche, dormía una siesta, en su mullida cama.
Él era fuerte, poderoso. ¡Invencible! Decíase que había arremetido contra cinco elefantes juntos y a todos había vencido. También se contaba que siempre se erguía victorioso en el torneo de fortaleza a celebrarse en el condado de Northam, cuando derribaba de un solo puñetazo a sus ingenuos contrincantes, quienes, año tras año, hacían las paces para enfrentarle.
Entonces, insuflado de orgullo y vitalidad, levantaba sus brazos bien alto, mientras la bella chica de turno corría a coronarlo con guirnaldas de oro y estandarte de jade. Y él la besaba. en los labios...
Sentía atracción especial por las mujeres jóvenes, vírgenes y ninfas, que caían deslumbradas ante sus magníficos músculos de acero, que pomposamente exhibía por dondequiera que paraba; una larga cola de transeúntes aparecía entonces, pidiéndole autógrafos, con dedicatoria firmada. Y él los llenaba todos con esa sonrisa insufrible que invariablemente exhibía. Era perfecto y todos los hombres lo envidiaban.
Incluso se manejaba que muchas mujeres prometida y otro tanto casadas, se derretían por entre sus brazos echarse, cosa que efectivamente hacían, cuando la (menor) oportunidad se presentaba.
Y él, que era un pan de dios encarnado, no podía rechazarlas.
Y las amaba.Por las tardes solía ir a tomar el sol a la playa, o en una de las piscinas de los tantos clubs que frecuentaba. Entonces, para contemplarlo, sus tareas todos abandonaban: los que se hallaban dentro de la piscina ya no nadaban, aquellos que estaban conversando cortaban sus palabras y quienes hasta entonces tomaban el sol, se ponían frente a él, porque más brillo irradiaba.
Entonces él, borracho de la admiración que hacia él pregaban, hacía un clavado perfecto en el trampolín y...¡Todos boquiabierta quedaban!
Y nadaba. diez, quince, veinticinco, cincuenta piletas. Sin detenerse un solo segundo para que sus músculos descansaran. Tal era su entrenamiento, tal su perfección en el agua. Cuando arribaba a las cien, interrumpía un par de segundos, para rascar su nariz o sacarse alguna burbuja de las pestañas...Y continuaba la travesía, en medio del mirar de los concurrentes, pavoroso y agitado, quienes desde que apareciera, no habían vuelto a decir palabra.
Tres, cuatro o seis horas después, abandonaba. Y, tras saludar a sus embobados admiradores, partía para su casa. Así era él, imprevisto y relámpago, tanto en sus salidas, como sus llegadas. Entonces continuaban todos con sus quehaceres y la agitación retornaba a ser mancomunada.
Cuando se depositaba en su hogar, una multitud lo aguardaba: ancianos, jóvenes y diputadas, que deseaban tocarlo, mimarlo, abrazarlo...¡que aunque fuere los mirara!
Y, muy educado, con todos conversaba. Cuando finalmente se marchaban, largamente suspiraba, mientras secaba el sudor de su augusta barba. Y enseguida se metía en la ducha, bajo calentita agua. Ya limpito se miraba al espejo para ponerse la crema, para el mentón, mejillas y párpados. Ya en su habitación, extraía del armario la gatita blanca, unos lindos besitos y de nuevo la guardaba. Luego prendía la tele y poníase a ver Disneylandia; tras el Pato Darwin, un rico vaso de Vascolet tomaba.
Y en abrazando su osito de peluche, dormía una siesta, en su mullida cama.
viernes, 17 de junio de 2011
Dècada de los 50, no la vivimos pero fue sensacional. Entre ellos.....
AND JOAN BAEZ Y NANA MOUSKOURI
miércoles, 15 de junio de 2011
sábado, 11 de junio de 2011
domingo, 5 de junio de 2011
Van Helseen serà el fenòmeno? Un cuento ENTRE CORCHEAS
ENTRE CORCHEAS
Esta es la historia del famoso director Van Helseen y su ajetreada vida campestre. Cualquier coincidencia con la realidad será gustosamente bienvenida.Era una hermosa tarde de primavera. Los pajaritos cantaban con deleitable melodía y las flores reverberaban al unísono de la orquesta municipal. Un perro se paseaba no más campante por las gradas del anfiteatro y había elegido un poste indicador como árbol premiado, desprendiendo una enorme masa parduzco-claro, cuyo aroma a más de uno cautivó.
Observé hacia delante. En el medio de una patética equivocación, el fagot había desentonado y el director de orquesta lucía abochornado por el suceso. Enseguida el primer violín se entusiasmó y, en lugar de tocar un la bemol, ejecutó un asonante si en séptima, que restó semisorda a la audiencia...entonces Van Helseen resolvió tomar una drástica medida: hizo detener la orquesta y, en medio del silencio aterrador, confesó que se acostaba con la hija del comisario de la décima, quien se hallaba junto a su padre, en primera fila. Mientras le hacía muy torpes guiñadas a la joven para que ascendiera, los espectadores abrían sus ojos bien en grande. ¡No lo podían creer! ¿No era que dormía con la esposa? Cuando la morocha se hubo ubicado al lado del director, ambos se abrazaron con un entusiasmo que no parecía fingido. Entonces todos vieron levantarse al comisario - furioso, blandiendo el enorme machete, que su tatarabuelo había depositado en sus manos cuando él contaba... tan sólo con cinco años: aquel niño precoz juró desde entonces que la vocación de su vida sería servir a su ciudad y su patria...Ya juntos padre, hija y yerno, el comisario - manifestó su repudio y gran indignación porque sólo Van Helseen tuviera la oportunidad de desnudarse en público. Y allí, a grito pelado, reveló en total primicia para la audiencia que era gay. Y que se acostaba con el sobrino de Van Helseen , el pelirrojo que desde el palco los saludaba.Esta es la historia del famoso director Van Helseen y su ajetreada vida campestre. Cualquier coincidencia con la realidad será gustosamente bienvenida.Era una hermosa tarde de primavera. Los pajaritos cantaban con deleitable melodía y las flores reverberaban al unísono de la orquesta municipal. Un perro se paseaba no más campante por las gradas del anfiteatro y había elegido un poste indicador como árbol premiado, desprendiendo una enorme masa parduzco-claro, cuyo aroma a más de uno cautivó.
Mientras el aludido subía moviendo sus caderitas, exaltado, Van Helseen y el comisario se abrazaron emocionados.¡Sus familias finalmente podrían unirse! Tan gratas sorpresas no se daban todos los días. Cuando Alejandro ingresó al escenario, el comisario lo sacudió de los hombros, cimitarra en mano y ambos se dieron un chupón que hizo fuerte estridencia. Todos los espectadores volvieron la cara, enojados; y, ante el pedido del público, el sargento de caballería Otto Perinol, miembro de la guardia vieja republicana, decidió clausurar el anfiteatro por ataque alevoso a las elementales normas de cortesía y buenas costumbres: en efecto, antes de proceder a la efusiva demostración, el comisario debió haber presentado al muchacho en sociedad.... Un error, por cierto imperdonable. Y de todo ello tenía la culpa Van Helseen, quien, como centro y promotor del espectáculo, había tenido que informar a las autoridades impertinentes el detalle completo de la programación. Fue así como a los cuarenta y cinco años, Van Helseen, sin experiencia previa en el ramo, ingresó a la cárcel, donde se le instaló un régimen de terror: custodiado día y noche por guardias que le hablaban aún por las noches sin dejarle cerrar un ojo,únicamente pudo acceder al uso de un televisor once pulgadas, blanco y gris, porque tampoco llegaba a negro. En compensación, tuvo opción a quedarse con cuatro mujeres bellísimas, una por luna, que le harían las delicias en la cama. Pero Van Helseen, fiel a su tradición monogámica, las rechazó a todas, ya que había elegido para su vida la hija del comisario, la cual llegaba todas las noches a verlo, pero era tanta su tentadora hermosura y su predilección por los uniformados que, de tanto pasar de oficial en oficial, cuando conseguía poner un pie en la celda estaba tan exhausta que ya no quería nada...¡Pobre Van Helseen! Fue ella quien, luego de haber estado sacudiéndose con un oficial recién venido de la Antártida, la que le pegó aquella maldita tos, que le duraría la vida entera.
Como pago a todos estos servicios y facilidades, Van Helseen debía saltar una hora seguida a la cuerda, para luego correr una maratón equivalente a ochenta cuadras. Y con el resto de la energía que le quedaba, un encuentro de boxeo con los más musculosos presos de la penitenciaría. Después...después sí podría gastar el sobrante en diversiones varias: ping, pong, ajedrez, cartas, pulseadas...todo lo cual Van Helseen, que adoraba divertirse, aún cansado nunca desechó.
Fue por eso que día a día, mes a mes, fue tornándose más y más flaco. Apenas se le veían los huesos, apareciendo más una radiografía que un ser humano. Finalmente arribó el momento tan anunciado por algunos astrólogos, metafísicos y estudiosos del genoma humano: en medio del absoluto silencio de la noche y sin pompa de ninguna clase, Peter Van Helseen, Pete para los más íntimos, alcanzó la invisibilidad. ¡Había hecho realidad el sueño de Hugo G. Wells!, pero claro, en circunstancias muy poco recomendables..Nadie era capaz de percibirlo a no ser por aquella tocecita estúpida o por el constante jadeo que había caprichosamente adoptado en los momentos de supremo cansancio. Tiempo después, incluso el jadeo y la tos cesaron y tan solo se oía una leve voz, que hablaba consigo misma de tresillos, sostenidos y becuadros, empero muy lejana. Como proveniente de otra dimensión.... hasta que ni siquiera eso se escuchó. Sencillamente...¡Desapareció del mapa! Por más que se hicieron pesquisas por toda la prisión, fue inútil el intentar hallarlo. Todo lo que habían conseguido averiguar eran dudosos testimonios de algunas personas que habían afirmado escuchar sus tambaleantes pasos durante el recreo o su risita, una risita inconfundible pero muy débil, en los momentos en que el televisor comunal presentaba sus programas favoritos.
Y eso era todo. Si bien los primeros tiempos era posible encontrarlo por el sonido emitente, ahora aquel eco lejanísimo ya no conducía a ninguna
parte y pronto la policía, los encargados de la prisión y sus amigos y familiares más allegados perdieron toda esperanza de hallarlo. La única que continuó visitando la prisión en forma continuada e incondicional fue su novia Con la misma sonrisita ingenua de siempre, todas las noches se aparecía a eso de las diez como era su costumbre,
recién bañada y apenas seca porque odiaba usar la toalla, parecía una pasa de ángel pasada por agua; después de ser pasada también por varios uniformes impecables, emitía un apasionado recorrido por toda la cárcel v visitando cada celda por fuera, cada corredor, cada pabellón ...para regresar siempre con las manos vacías y con las orejas repletas de promesas de amor de aquellos delincuentes que ha-
bían jurado protegerla, cuidarla, amarla, mimarla , poseerla o violarla, según la patología y peligrosidad.
Ella era un símbolo, un bastión. Al verla, todos guardaban en su corazoncito la esperanza de que Van Helseen sería encontrado de alguna manera, en alguna parte. Fue por eso que cuando ella aflojó y tiró la esponja, todos lo sintieron como un golpe duro y muy difícil de sobrellevar, especialmenteparte y pronto la policía, los encargados de la prisión y sus amigos y familiares más allegados perdieron toda esperanza de hallarlo. La única que continuó visitando la prisión en forma continuada e incondicional fue su novia Con la misma sonrisita ingenua de siempre, todas las noches se aparecía a eso de las diez como era su costumbre,
recién bañada y apenas seca porque odiaba usar la toalla, parecía una pasa de ángel pasada por agua; después de ser pasada también por varios uniformes impecables, emitía un apasionado recorrido por toda la cárcel v visitando cada celda por fuera, cada corredor, cada pabellón ...para regresar siempre con las manos vacías y con las orejas repletas de promesas de amor de aquellos delincuentes que ha-
bían jurado protegerla, cuidarla, amarla, mimarla , poseerla o violarla, según la patología y peligrosidad.
los compañeros de celda, a quienes el director de orquesta les había caído sumamente simpático y quienes todos los días en los recreos mientras jugaban a la paleta, a las cartas, a la pelota, se intercambiaban drogas o planeaban algún intento de fuga con la mayor número de bajas y sufrimiento posibles dentro de los guardias, agudizaban sus oídos para vislumbrar algún signo, alguna señal que denunciar la presencia de aquel querido compañero que los había hecho reír con sus historias absurdas, inverosímiles. Pero que los sacaba de aquel ambiente tan lamentable.
Entonces se los tuvo que dar por desaparecido. El Director de la prisión, Mr Equis y Griega, llamó a sus familiares más lejanos y les explicó lo más incoherentemente que pudo y con gran lujo de detalles, aquella locura de la que había sido testigo, pero seguía sin creer del todo, merced a su educación escéptica ,racionalista y conservadora: es decir estúpida.
Un buen día alguien en la prisión escuchó por onda corta que en Bruselas un director de orquesta se había hecho famoso por ser invisible y que durante los conciertos de la filarmónica era alucinante contemplar como la varita se movía de un lado hacia otro sin aparente control. Entonces sus compañeros ¡y los mismos guardias!, que también le habían tomado cariño, suspiraron con profundo alivio: ¡Estaba vivo!Entonces se los tuvo que dar por desaparecido. El Director de la prisión, Mr Equis y Griega, llamó a sus familiares más lejanos y les explicó lo más incoherentemente que pudo y con gran lujo de detalles, aquella locura de la que había sido testigo, pero seguía sin creer del todo, merced a su educación escéptica ,racionalista y conservadora: es decir estúpida.
Al otro día, arribó un cable urgente de Ansa. Por intentar hacerse nuevamente visible y mientras engullía una suculenta comida tras un exitoso concierto en Brujas, Van Helseen había perecido por indigestión.
JA JA COMO ESCRIBE EL FENOMENO EN EL CAMPO, QUERIDOS LECTORES. ESPERO SUS COMENTARIOS Y PRONTO IRAN VIDEOS DE LA VIDEOTECA.
Para ponernos un poco serios, como podrìa ir hacia mi videoteca e ilustrar este cuento? Con un video de un manicomio, un director de orquesta de Bruselas, el violin de Becho, Don Tigre el comisario de Juan el Zorro por Serafin J. Garcìa, un video pornogràfico, Son Ocho los Orozco de Leòn Gieco y entre ellos el fenòmeno? No sè, la verdad me ha desconcertado, je je.
AUNQUE SE MEREZCA LA SIGUIENTE SINFONIA Y DIRECTOR :
pequeño Modzu, "padrecito de los pueblos", Koba, que harìas si tubieras poder Van Helseen-fenòmeno?
viernes, 3 de junio de 2011
El fenòmeno me ha sorprendido,Nos hemos divertido de lo lindo
El asunto es digno de contar. Anècdotas de compus, ciber, archivos, contenedores y risas a granel. Sin embargo como que nos hemos reencontrado, despuès de tanto pelearnos y parece que nos esperan proyectos a granel para realizar. CONTINUARA.
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